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A partir de 2007, los precios de los alimentos comenzaron a elevarse de manera notoria: los nominales alcanzaron los niveles más altos en 50 años y los reales en treinta. Ante esa perspectiva, en el marco del Día Mundial de la Alimentación, es importante revisar los factores que ponen en riesgo la estabilidad alimentaria de algunos países. Actualmente estamos frente a una particularidad: prácticamente todos los bienes agrícolas están acrecentando sus precios.
Son varios los factores que afectan los precios. Entre los más importantes se encuentra el crecimiento económico y demográfico en los países emergentes, lo cual ha ocasionado que la creciente población que alcanza niveles de vida regulares, pueda acceder a más y mejores alimentos, modificando su dieta y hábitos y por ende, las cantidades consumidas. Hay que producir más, por ejemplo, para solventar las necesidades de la creciente clase media en China y otros países asiáticos, lo que encarece el costo de los alimentos.
Otros factores son de orden climatológico como lluvias, sequías y eventos anómalos que cambian las condiciones y tiempos de siembra y cosecha, afectando producciones enteras de granos y cultivos fundamentales. A estos factores se encadenan las fluctuaciones en los mercados; el año pasado por ejemplo, la baja en la producción de trigo en Rusia, aunada a la declaración de ese país de suspender las exportaciones, ocasionó un decremento moderado en los inventarios del cereal, pero un importante incremento en los precios por la presión que sufrieron los mercados. Factores climatológicos y económicos se concatenan para ocasionar aumentos de precios.
De igual forma, el creciente uso de instrumentos financieros en el agro con el fin de proteger los cultivos de siniestros y eventos atípicos que influyen en el costo de producción, elevan de manera sostenida los precios. Dos factores más que se integran a esta gama son la demanda de la producción agrícola para la elaboración de biocombustibles y la depreciación del dólar. El primero encarece los costos de los alimentos pues tienen ya un propósito extra al de la alimentación y la pérdida de potencia de la moneda americana, presiona los mercados de exportadores, que con divisas propias fortalecidas, pueden especular con las existencias y las ganancias, de modo que esperen el momento más propicio para vender, en independencia de la necesidad alimentaria de los compradores.
Es un hecho que la volatilidad de los precios de los alimentos depende de una diversidad de factores que en poco pueden asociarse con el consumo mundial y los patrones del mismo. El reto para los años venidos es garantizar la seguridad alimentaria de la población mundial más amenazada, por medio de información y proyecciones confiables que permitan implementar estrategias de apoyo a la producción, así como una distribución idónea de los bienes alimenticios en el mundo.
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