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“Una mirada al sindicalismo de ayer a través de la Constancia Mexicana”, es un libro dedicado a los trabajadores de esta textilera, a quienes un día las circunstancias los volvieron cooperativistas, y años después, tuvieron que tomar la difícil decisión de apagar las maquinas para siempre.
Extrabajadores y sus familias, reunidos en lo que fue el taller mecánico de la Constancia Mexicana, donde muchos pasaron una gran parte de su vida, escucharon el contenido de este texto, producto de la investigación que por años realizó la doctora María Teresa Ventura Rodríguez, quien fue testigo de muchas de sus luchas.
La Investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSyH) “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP, a través de pláticas con los antiguos cooperativistas fue escarbando la vida de los trabajadores, dueños de la cooperativa, miembros de uno de los sindicatos más importantes y combativos, pero sobre todo, padres de familia y seres humanos, plasmó estos relatos en historias de vida.
Conocimientos, experiencias y vivencias quedan en la memoria colectiva y reivindica una lucha. La Constancia Mexicana no sólo debe ser reconocida como un patrimonio arquitectónico, sino también como un patrimonio intangible, porque es parte importante de la historia, afirmó la doctora Ventura Rodríguez.
Regresar al antiguo edificio es motivo de melancolía por los años de entrega en la producción textil, pero también, de reconocimiento por una fuente de trabajo que les permitió alimentar y dar educación a sus hijos, mismos que hoy son profesionistas.
Durante la presentación de este libro editado por la BUAP, Saúl Sosa Vázquez, con palabras emotivas por la nostalgia, comentó lo que fue su trabajo durante 50 años en la Constancia Mexicana, de la visión de Esteban de Antuñano para construir un canal, desviar el agua y satisfacer la demanda de los procesos productivos.
Recordó la caída paulatina de la empresa, de cómo fue disminuyendo el número de trabajadores hasta quedar 500; cómo se convirtieron en cooperativistas y los años que, contra todo pronóstico, siguieron trabajando durante 18 años más.
Sin embargo, la modernidad los rebasó y el “11 de septiembre de 1991, a las 13:00 horas, por indicaciones del maestro Félix Aguilar Gutiérrez paré el motor para siempre”, dijo con voz entrecortada, Saúl Sosa Vázquez.
Mientras el maestro que contra su deseo tuvo que dar la orden de parar las maquinas, destacó el orgullo que sienten los ex trabajadores, por haber sido parte de la Constancia Mexicana, donde vivieron junto con su familia en el caserío obrero y lucharon porque no se acabara.
En esta presentación comentaron el libro, el doctor en Historia Máximo Sánchez Aranda, y el maestro en Historia, Óscar Alejo, director del Complejo Cultural 5 de Mayo.
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