CUAUHTÉMOCEn el marco del 199 aniversario de la instalación del Primer Congreso de Anáhuac, el Congreso de Guererro entregó esta noche la presea Sentimientos de la Nación al fundador del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas, por su participación en el desarrollo democrático en el país.

En representación del presidente Felipe Calderón, acudió el titular de la Sagarpa, Francisco Mayorga Castañeda. A continuación el texto íntegro del discurso pronunciado en la sesión solemne:

 

Antes de iniciar mi intervención oficial, quiero hacer un especial reconocimiento al Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, muy distinguido mexicano y que recibió hoy, ante nosotros, la Presea “Sentimientos de la Nación”. A lo largo de su carrera política, el Ingeniero Cárdenas se ha distinguido por su responsabilidad y apego al Estado de Derecho, anteponiendo los intereses de México a los suyos propios, en un reconocido equilibrio institucional, sin dejar por ello de ser congruente con sus principios y sus ideales. Al felicitarlo por tan merecida distinción, lo saludo con respeto, Ingeniero Cárdenas Solórzano”.

En este lugar y en este día, tan significativos, el Presidente de la República, Lic. Felipe Calderón Hinojosa y el Gobierno Federal por mi sencillo conducto, desean rendir un homenaje de admiración y reconocimiento a un hombre que supo sacrificar hasta su vida misma en la consecución de sus principios, ideales y esperanzas, que han sido origen y forja de nuestros destinos y de nuestra Patria.

Existen en nuestra geografía lugares emblemáticos que, en lo físico, fueron cuna y cobijo de nuestro México, como éste, el bello y recio estado de Guerrero, el que, junto con Guanajuato, Jalisco y otros, vio y luchó por el despuntar del alba de un país nuevo, grande, generoso, entrañablemente nuestro.

Y en esta nuestra múltiple geografía, se dieron hombres que, en su valor, en su visión y en su genio, supieron ver mucho más allá de su tiempo y de su espacio con ecos de eternidad, proyectando, en una sociedad como la suya, conservadora de privilegios y adversa a sus ideas, luchas, principios, ilusiones y esperanzas, para forjar, sin duda, toda una Nación que pervive hasta nuestros días y con un horizonte sin límites hacia el futuro.

Tal fue el caso de Don José María Morelos y Pavón, tan ligado a Guerrero por vocación y destino y a quien honramos aquí y ahora.

Morelos es uno de esos personajes que se atrevió a ver y tuvo el talento de mirar muy adentro, en el futuro de nuestra historia; no podemos distinguir con suficiente claridad si él hizo historia o si, más bien, él mismo era, fue y es, Historia.

Había nacido, como todos sus paisanos de ése su tiempo, en el Reino de la Nueva España, inmenso dominio del monarca español que abarcaba un territorio cercano al doble del que hoy conforma nuestro dilatado país. Y el Reino de la Nueva España tenía casi tres siglos de estabilidad política, social, económica, religiosa, de lenguas y de costumbres, que incidía gravitando profundamente en el carácter, en la formación y en el horizonte intelectual, político, moral y social de los hombres de su tiempo, atándolos a esos tres siglos vivientes de su historia.

Sólo los verdaderamente valientes y visionarios, podían y se atrevían a desafiar las leyes de su realidad y de su propia historia y a ver más allá de un reino dependiente de ultramar, en el que nacieron, se movían y eran. Y Morelos fue uno de esos hombres privilegiados, sacrificados hasta el extremo de dar su vida por sus ideales, no sin antes legarnos los principios que, en tanto, nos dieron con la libertad, Patria y dignidad.

Morelos fue, incluso dentro de los hombres que forjaron nuestra Independencia, quizás el mayor: supo, el primero, pensar, querer y plasmar la total ruptura con el Estado Español en aras de una nueva nación, del todo libre, independiente y soberana, dueña de su propia historia y madre paridora de su propio destino.

Y Guerrero le sirvió como cuna a esa nueva Patria.

En los “Sentimientos de la Nación” hijos del genio, de la visión, del patriotismo, del valor y de la audacia de Morelos, principios que dejó plasmados para la Constitución que quiso para esta nueva Nación, estableció puntos que siguen vigentes hoy y que son modelo para nuestro vivir cotidiano y deben ser faro, luz y rumbo de nuestro futuro patrio.

Su punto de partida, -que significaba un rompimiento total con toda la estructura jurídica, política, económica, moral e histórica de su tiempo y de su circunstancia-, consistió en que nuestro país, la América como él lo denominaba, fuera: “… libre e independiente de España, y de toda otra Nación, Gobierno o Monarquía, y que así se sancione. . .”

Esta declaración, principio y anhelo, contenida en el Primer Punto de sus “Sentimientos de la Nación”, era prácticamente impensable e inédita en el mundo occidental de su tiempo, con las solas excepciones de los entonces muy jóvenes Estados Unidos de América de 1786 y de la Revolución Francesa de 1789, sólo un cuarto de siglo anterior, pero ya desnaturalizada ésta en un nuevo imperio.

En América y en la Nueva España, desde las Bulas Alejandrinas de 1493, la soberanía dimanaba de la persona del Monarca Español en nuestro caso y del Portugués para Brasil, quienes eran dueños de todos estos territorios para siempre, ”ad perpetuam”.

Morelos, con infinita perspectiva de Estado y de futuro, con visionaria audacia, rompe con este arraigadísimo principio y molde, tres veces centenario y establece en su Quinto Punto que: “La Soberanía dimana inmediatamente del Pueblo, el que sólo quiere depositarla en sus representantes, dividiendo los poderes de ella en Legislativo, Ejecutivo y Judiciario. . . (y) sus vocales deben ser sujetos sabios y de probidad”.

Esto era totalmente contrario a lo que Europa y en ella España, América y en ella la Nueva España creían, sentían, profesaban y vivían cotidianamente desde su nacimiento, en nuestro caso en 1521. Valiente y visionariamente antepuso, ante la Soberanía del Monarca, la Soberanía del Pueblo; ante el Gobierno de Uno, que esa es la definición y esencia de la Monarquía, el Principio de la División de Poderes. Y además, estableció un principio, anhelo e inacabada esperanza de todo pueblo civilizado y honesto: que sus funcionarios (“vocales” les llama él) sean “sujetos sabios y de probidad”, con la sabiduría que florece en la prudencia como virtud personal y pública y con la probidad, -honradez a carta cabal- que exigen la esperanza y la sentida demanda de toda una Nación.

No hizo a un lado Morelos ni la igualdad ni la Justicia Social, adelantándose infinitamente al pensamiento y a las costumbres de su tiempo: en los puntos 9, 12 y 15, de sus “Sentimientos de la Nación”, expresamente establece que: “ los empleos (que habían sido privilegio sólo de los peninsulares), los obtengan sólo los americanos”; ”…Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto.”

Y “Que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales, y sólo distinguirá a un americano de otro, el vicio y la virtud”.

Si hoy pensamos en la realidad de esa Nueva España en la que nace y se desenvuelve Morelos; en el analfabetismo prácticamente universal que entonces reinaba. En la dispersión de la población, en las pequeñas villas que conformaban nuestras ciudades y nuestros incipientes pueblos, en la escasa, deficiente y lentísima comunicación física y de las ideas, en los pobres medios de comunicación, en los viajes a pie y en el mejor de los casos a caballo o en carreta, en la paupérrima educación de nuestra población, podremos entender y valorar mejor y más cercanamente la novedad, la audacia, la visión y la trascendencia del pensamiento de Morelos, adelantándose, en horizontes sin fin, a su tiempo y a su circunstancia, incluso, repito, por encima y delante de otros héroes de nuestra Independencia, quienes aún tenían un tanto borroso el concepto de una nación-patria libre, independiente, soberana, justa, honrada, con presente reconocido y con futuro por realizar, sólo dependiente de nosotros, sus habitantes, amándola, construyéndola y defendiéndola cuando esto necesario fuere.

Por último, sólo quiero apuntar que los “Sentimientos de la Nación” de Morelos, dieron pauta al “Acta Solemne de la Declaración de la Independencia de América Septentrional” que en su principio y a la letra reza:

“1813. El Congreso del Anáhuac, legítimamente instalado en la ciudad de Chilpantzingo de la América Septentrional por las provincias de ella, declara solemnemente, a presencia del Señor Dios, árbitro moderador de los imperios y autor de la sociedad, que los da y los quita según los inescrutables designios de su providencia, que por las presentes circunstancias de la Europa, ha recobrado el ejercicio de su soberanía usurpado: que en tal concepto queda rota para siempre jamás y disuelta la dependencia del trono español; que es árbitra para establecer las leyes que le convengan para el mejor arreglo y felicidad interior. . .”

Así, Morelos supo ver, luchar y plasmar esta Nación, esta Patria que hoy cobija a todos los mexicanos, en la misma tierra que hoy pisamos, en Chilpancingo, en Guerrero. Por eso decía yo en un principio que era difícil discernir si Morelos hizo, aquí, historia, o él mismo era, fue y es, Historia.

Aquí y ahora, el Presidente de la República y el Gobierno Federal, junto con Ustedes, le quieren rendir, a don José María Morelos, ferviente homenaje.

Muchas gracias.