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- Categoría: AGRARIAS
El problema es grave. Las estadísticas de la FAO demuestran que en los últimos años han aumentado considerablemente los precios de los alimentos y su volatilidad, sobre todo después de la crisis de 2008, que lanzó a millones de mexicanos a las condiciones de pobreza.
Esto llevó a instancias multinacionales, como el G 20 que aún preside México, a analizar los problemas de producción y volatilidad de los precios de los alimentos.
Sin embargo, debido a que muchas de las causas de esos problemas están vinculados a la explotación irracional promovida por los monopolios y a la acción de los especuladores, las conclusiones de este tipo de instancias se quedaron cortas frente a la magnitud del riesgo.
De acuerdo con la información disponible, de la reunión del G 20 que concluyó el 24 y del grupo de expertos que terminó el 27 de septiembre, todo quedó en generalidades: evitar la volatilidad de los precios de materias primas; mejorar el funcionamiento de los mercados y los de las agencias que reportan precios; acercar a productores y consumidores y aumentar la productividad del sector agropecuario, como un requisito fundamental para aumentar la oferta.
Nada señalaron acerca del papel que han desempeñado los monopolios en la erosión de las condiciones naturales y sociales de la producción agrícola. Tampoco se intentó concertar acciones firmes contra los monopolios y la especulación. Esto, a pesar de que diversos estudios han documentado el papel que desempeñó la especulación en los mercados de materias primas, encareciendo los alimentos y destruyendo la capacidad de los productores. Lo más grave es que ante el bajo rendimiento en otro tipo de instrumentos, cada vez hay más administradores de fondos que encuentran atractivo especular con alimentos, para mejorar sus utilidades.
Cabe recordar que los flujos de capital especulativo han crecido exponencialmente a escala mundial. De acuerdo con el Banco de Pagos Internacionales, sólo los saldos de las operaciones con derivados crecieron de cerca de 72 billones (millones de millones) de dólares en 1998 a 647 billones en diciembre de 2011. Eso explica los flujos de capitales especulativos a cada vez más mercados.
Así, se estima que organismos como Goldman Sachs ganó más de 1,100 millones de euros en 2009 y Barclays se embolsó unos 385 millones invirtiendo en operaciones en el mercado de alimentos. Según un informe de Lehman Brothers, el dinero de los fondos de inversión alimentarios pasó de 13,000 a 260,000 millones de dólares de 2003 a 2008.
La FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, destaca a la especulación entre las razones que explican la volatilidad de los precios de los alimentos. Y aclara que los inversionistas no están interesados en adquirir el producto como tal, sino en obtener ganancias especulativas sobre las variaciones futuras en el precio de un activo o producto. Se calcula que sólo 2 % de los contratos de futuros termina con la entrega del producto físico, ya que los futuros de productos básicos son comercializados antes de su fecha de caducidad.
Frente a eso, la postura de una instancia como el G 20 debió ser un rotundo NO a las operaciones especulativas con alimentos, que ponen en juego la vida de millones de seres humanos y en cambio debió poner especial atención, con hechos, a los programas de apoyo a los pequeños y medianos productores, a la inversión en cuidado del medio ambiente y en el uso racional de los recursos como el agua y la energía. Se debe evitar la especulación que vinculada a la explotación comercial provoca el deterioro de los recursos, como ya comprueban en estos momentos los compañeros de El Barzón de Chihuahua.
En México ya tenemos experiencias acerca de los efectos de las políticas orientadas a la gran agricultura comercial, así como de las estrategias que favorecen a la especulación. Aunque se tengan ciclos de buenas cosechas, de todos modos la especulación impide que los beneficios lleguen a productores y a los consumidores. En el caso de México, todos hemos sufrido las continuas alzas de precios en los alimentos. Las cifras del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), del INEGI, muestran que en el sexenio que está por terminar, los precios de los alimentos han crecido mucho más que el INPC, que mide la inflación general.
Por ejemplo, los alimentos procesados, que se supone son menos vulnerables a los ciclos agrícolas, acumularon un crecimiento de 46.7% durante el calderonismo, los de productos pecuarios 54.7% y las frutas y verduras se mantienen con grandes altibajos.
Por lo pronto, la caída en la producción de granos en Estados Unidos, por ese fenómeno, encarecerá las importaciones de forrajes para alimentar a las vacas productoras de carne y leche, a las aves productoras de huevo y carne y al ganado porcino, por lo que se esperan alzas en esos productos, como se observa en el índice de los productos pecuarios. Además, también se esperan alzas en los aceites de cocina que se extraen de semillas oleaginosas –soya y cártamo- que también se ven influenciados por el alza en los granos.
Estamos convencidos de que la magnitud del impacto se debe a la política económica seguida en las últimas décadas, que ha olvidado a los pequeños productores y a los consumidores nacionales, y se ha dedicado a defender a los grandes acopiadores, intermediarios, comercializadores y al oligopolio de cadenas comerciales.
Eso ya no puede continuar. No podemos olvidar que los estratos de la población con menores ingresos destinan hasta 50% de su gasto a la compra de alimentos. En ese sentido, un alza en esos bienes afectaría su poder adquisitivo. Las consecuencias pueden ser muy negativas.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL), entre 2008 y 2010 el número de pobres en el país creció en 3.2 millones de mexicanos, de 48.8 millones, pasó a 52.0 millones. Y por lo mismo, tenemos muy presente que esa institución señaló que 6.5 millones de mexicanos se encontraban en una posición de vulnerabilidad por su bajo ingreso, otros 32.3 millones de ciudadanos mexicanos eran vulnerables por alguna carencia social y más aún, identificó a 40.3 millones como pobres moderados, quienes estaban en riesgo descender a una situación de pobreza extrema.
Por todo lo anterior, El Barzón propone fortalecer la agenda para el sector agropecuario, sobre la base de:
Uso racional de los recursos agua y tierra. Cancelación de concesiones mineras que contaminen el agua y/o erosionen la tierra.
Fortalecimiento de la economía de los agricultores de temporal, para impulsar la generación de excedentes y el potencial de la agricultura de traspatio, para mejorar las condiciones de vida de esa población.
Apoyo para la racionalidad de los recursos en la agricultura de riego
Transparencia en el mercado de bienes básicos, para evitar especulaciones. Castigo a quienes especulen con alimentos, ya sea en el mercado de físicos o en los mercados financieros.
Desarrollo nacional de la producción de semillas mejoradas, no transgénicas. Etiquetado con información de transgénicos para los consumidores mexicanos.
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