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Ni padres ni hijos perfectos, sólo felices. La paternidad debe ser un proyecto de vida
Una Paternidad comprometida es contribuir al bienestar del hijo; es aprender en el camino a ser padres, es participar en la crianza de niños y niñas física y emocionalmente s anos, es calidad de tiempo y presencia, pero sobre todo, ser feliz con esta responsabilidad.
Así define la doctora Guitté Hartog, profesora investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” (ICSyH) de la BUAP, la compleja tarea que deben asumir los hombres cuando por decisión propia o por “accidente” se ven involucrados en el rol de ser padres.
La especialista en estudios sobre masculinidades, después de un sinnúmero de entrevistas con padres de familia, decidió escribir el “Manual de Paternidad Comprometida”, que publicado por editorial Trillas, da la respuesta a la interrogante de sus entrevistados sobre “tener algo que nos enseñe a ser buen papá”.
Paternidad comprometida: El cambio de la práctica tradicional, que pone al hombre sólo como proveedor o autoridad suprema, abrirse a nuevas posibilidades de desarrollo personal y emocional e integrar la paternidad dentro de su proyecto de vida, beneficiará a la familia que forme.
La Doctora Hartog destacó la necesidad de revalorar el papel del padre, al que se le reconoce por cumplir con sus deberes económicos, pero no como un padre dedicado, cariñoso y afectuoso -como sucede con las madres-, quedando fuera de la parte que involucra afectos y sentimientos.
“El padre que está siempre presente en el núcleo familiar, que convive con sus hijos e hijas, que juega con ellos, que los acompaña en sus tareas o les prepara de comer, transmite un mensaje diferente al que da quien regresa del trabajo cuando están dormidos, el fin de semana, del mes o que nunca está”.
Formar niños sanos genera la necesidad de fomentar el afecto padre-hijo(a). La cantidad y calidad de los momentos que pasen juntos, enseñará a los pequeños lo que pueden esperar de un padre, de la familia o del amor, modelo que repetirán a lo largo de su vida.
Para que los varones se involucren más en su vida familiar, se necesita que encuentren sentido, valorización y hasta placer en el cumplimiento del cuidado diario sus hijos.
La investigación reveló que la mayoría de los padres que participaron en el estudio careció de un modelo paternal, cariñoso y cumplido que les enseñara el camino de la masculinidad y de una futura paternidad comprometida y feliz.
“A pocos niños se les fomenta la ilusión de ser padre, como sucede con las niñas. Mientras que para ellas ser madre es la asociación con el amor y la vivencia de un cuento de hadas, para ellos, tener hijos es responsabilidad y pérdida de la libertad”, comentó la Doctora en Psicología Social.
Esta forma de concebir el ser padres, aseguró, debe cambiar, “porque el amor y la relación con sus hijos les hace crecer como hombres. Cuando nace el hijo o la hija, también nace el padre; hoy podemos ver a la primera generación de padres que cambia pañales, baña, alimenta, acude con ellos al doctor o lo lleva a la guardería.
Los hombres, consideró Hartog, deben tener el mismo derecho de asistir al nacimiento de su hijo y colaborar con los primeros cuidados. Esto que es fundamental en países avanzados como Suiza o Canadá para estrechar los lazos padre hijo(a), debe tomarse en cuenta en México, donde ejercer este derecho conlleva el riesgo de perder el trabajo.
¿Padre perfecto? El hombre debe aprender a desarrollar la sensibilidad y paciencia, porque la tarea de ser padre no es fácil, pero tampoco imposible; es dar a los hijos afecto, amor, seguridad, comprensión, disfrutar con ellos y convertirse en un buen modelo a seguir.
“Los niños no necesitan tener un padre perfecto para saber que ese ser humano, a pesar de sus defectos, los quiere y está dispuesto a darles lo mejor de sí mismo”. Lo que quieren, es un padre que si bien no tiene los recursos económicos, sociales, emocionales y cognitivos que quisiera, sí es el que está dispuesto a dar calidad de tiempo, escuchar, salir al parque, jugar o leerles un cuento.
Algo importante, es que se revalore a sí mismo para que no repita modelos que incluyan violencia, desamor, ausencia e irresponsabilidad; que deje el modelo tradicional de autoridad omnipotente que en todo tiene razón o volcar sueños que él no pudo realizar en sus hijos, porque ellos, por si mismos, tienen su propio camino.
Los padres, consideró la Investigadora, deben estar pendientes del hijo(a) antes del nacimiento, durante y después a lo largo de su formación como ser humano; amar a quienes no son sus hijos biológicos; en un divorcio no incluir a los hijos en la disputa, pero sobre todo, expresar sus sentimientos, porque un padre sensible formará hijos con sentimientos que no provocarán ni ejercerán violencia.
Paternidad: un proyecto de vida. Hoy en día la paternidad para muchos jóvenes es un proyecto de vida, ya planean cuándo y cuántos hijos tener; sin embargo para que puedan llegar a ello es necesario que reciban una educación sexual adecuada, para que se cuiden y eviten los “accidentes” que hagan padres muy pronto, advirtió.
Muchos adolescentes viven en el mundo de Walt Disney con princesitas que no se embarazan o donde los hijos son la prolongación del amor y piensan que así va a pasar con ellos. Cuando se enfrentan a la realidad con un embarazo no deseado empieza el descontento y la infelicidad por la pérdida del proyecto de vida y en muchas ocasiones sobreviene el abandono de los hijos.
A pesar de que la violencia es un tema recurrente sobre el que se trabaja para reducir los índices de maltrato, se siguen formando generaciones de pequeños golpeados, con sentimientos de rencor, miedo, resentimiento y enojo, formando futuros padres violentos.
En el Manual de Paternidad Comprometida, la doctora Guitté Hartog da una serie de consejos que orientan a los padres, para que analicen y, si es necesario, reconsideren su actitud y logren una relación sana con sus pequeños.
El reto de ser padre, asegura, es algo que se asume día a día, es una relación donde uno aprende del otro y viceversa; donde lo importante no es formar hijos perfectos sino felices y que cada uno se sienta orgulloso del otro.
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