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Con el desarrollo, elaboración y aplicación de un Inoculante multiespecies, investigadores del Centro de Investigaciones en Ciencias Microbiológicas del Instituto de Ciencias (ICUAP) de la BUAP elaboraron un producto natural para incrementar la producción de maíz, con buenos resultados y, además, trabajan en la búsqueda de bacterias benéficas que resistan condiciones prolongadas de sequía.
Tras generar conocimiento de frontera en las áreas de antibiosis y supervivencia de microorganismos, los doctores en ciencias Jesús Muñoz Rojas y Juan Luis Ramos Martín, investigadores del CICM-ICUAP y de la Estación Experimental del Zaidín del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (EEZ-CSIC) de España, respectivamente, analizaron comportamientos y resistencia de organismos para detectar aquellos que no sólo fueran benéficos, sino también capaces de coexistir en la rizósfera de las plantas o ambientes ligados a algunos hospederos.
Luego de varios años de estudio, surgió el primer producto: Inoculante Multiespecies para maíz, que con el logotipo de la BUAP y la leyenda de “juntas somos mejores”, se aplica ya con excelentes resultados en terrenos de San Ramón Castillotla en el municipio de Puebla, el ejido de Zacapexco-Atlangatepec y en Tlaxco, Tlaxcala.
Este producto es natural y tiene una aportación importante para la disminución de la contaminación ambiental. Las características especiales del inoculante permiten que se pueda solicitar su registro de patente, destacó el investigador del Laboratorio de Ecología Molecular Microbiana de dicho centro.
Un producto de segunda generación
El Inoculante multiespecies para maíz, explicó el profesor investigador, es una formulación líquida que contiene seis especies bacterianas benéficas que contribuyen a estimular el crecimiento de la planta de maíz; se aplica de forma sencilla en las semillas y en dosis que se determinan, dependiendo de la cantidad de grano que se destine para la siembra.
“Las bacterias de nuestra fórmula tienen una capacidad de adherencia natural al maíz y no necesita ningún adherente como sucede con las cepas comerciales. Elaboramos la formulación con microorganismos analizados y publicados, y así encontramos las especies más adecuadas y obtuvimos buenos resultados”, destacó el doctor Muñoz Rojas.
El inoculante, de segunda generación, permite un mayor crecimiento de la planta, si se compara con la que se produce con semillas no-inoculadas. Las bacterias contribuyen a que la raíz crezca más larga y absorba mejor los nutrientes de la tierra, lo que significa que lo poco que se le ponga lo aprovechará más. De esta forma, la mazorca es más grande y con más hileras de granos.
De acuerdo con estudios realizados, de los fertilizantes químicos que se aplican a los cultivos, entre el 70 y 80 por ciento, dependiendo del suelo, se pierden por lixiviación, lo que significa que su mayor impacto no está en la planta, sino en los efectos negativos observados en los mantos freáticos, lagunas, lagos o ríos y como óxido nítrico, que va a la atmósfera dañando la capa de ozono.
El uso de este producto, desarrollado en el Laboratorio de Ecología Molecular Microbiana, no sólo permite mejor absorción de nutrientes, sino que evita los efectos adversos al medio ambiente, generados por los fertilizantes químicos.
Convencer con resultados: “Fue difícil lograr que los agricultores aceptaran utilizar la fórmula, debido a que no todos quieren arriesgarse y prefieren los fertilizantes o insecticidas comerciales, aunque sean tóxicos”, reconoció el doctor Muñoz Rojas, sin embargo, dijo, “nos fuimos ganando la confianza y logramos que nos proporcionaran algunos terrenos para la aplicación del inoculante.
Sobre la experiencia que tuvieron al aplicarlo, señaló que se enfrentaron al temor de los agricultores sobre la humedad que tendría la semilla, “ya que como es líquido, hay que bañar los granos para que las bacterias se adhieran. El temor era que se expandiera, no pasar por la sembradora automática o germinar fuera de la tierra, lo que se demostró que no sucede”.
Después de experimentar con varias metodologías, donde se analizó la cantidad del producto y el agua requerida para embeber el maíz, se encontró la formulación adecuada. Esta es de 300 mililitros de inoculante para 20 kilos de maíz; se revuelve en un contenedor y deja por 24 horas antes de utilizarlo. La expansión que alcanza el grano es mínima y pasa muy bien a través del tractor.
Antes de aplicar este producto, se platica con los productores para darles a conocer cuál es la dosificación adecuada, se les disipan las dudas y enseña a aplicar el Inoculante. “Ya nos pidieron una formulación para la papa, además de que en algunos casos lo hemos experimentado con la semilla de chía, con buenos resultados”, enfatizó.
Bacterias trabajadoras: El mecanismo de funcionamiento de este producto es simple: la bacteria queda adherida al grano que cuando se coloca en el suelo, en el momento en que hay humedad e inicia la germinación, la planta libera exudados que sirven de señal para que emigre de donde está pegada, hacia donde nace la raíz, lugar donde se desarrolla.
Gracias al fotosintato que se produce, los microorganismos empiezan a comer y generar metabolitos que son los que sirven a la planta para fitoestimularse y lograr un mayor crecimiento. Con este proceso se busca además restablecer la comunidad primaria que serían las bacterias y de ahí mantener la cadena trófica natural.
“Los experimentos en campo han demostrado que si se restablece la cadena trófica, hay una mejor convivencia entre las distintas especies y los ambientes naturales se mantienen”, comentó el especialista en Biología Molecular, al dar a conocer que las investigaciones continúan, para encontrar aquellas bacterias que sean específicas de los ambientes donde se aplique.
Microorganismos y producción
El Doctor en Ciencias Biomédicas Jesús Muñoz Rojas, quien trabaja en el diseño de inoculantes de segunda generación, informó que actualmente desarrolla dos líneas de investigación en el Laboratorio de Ecología Molecular Microbiana del Centro: “Antagonismo entre bacterias de interés agrícola” y “Mecanismos moleculares de supervivencia bacteriana a la desecación”.
Se analizan los limitantes que impiden a microorganismos, sobre todo benéficos, desarrollarse en distintos ambientes y la antibiosis que hay entre ellos. ”Queremos saber qué pasa con las bacterias benéficas cuando coexisten, cuáles son las que predominan y si las predominantes producen sustancias inhibitorias, así como el potencial de producción que tienen de éstas.
Por otra parte, con miembros del Cuerpo Académico de Ecología Molecular Microbiana, el cual está en consolidación, se trabaja en la búsqueda de bacterias resistentes a los ciclos de sequía largos, que puedan sobrevivir hasta que llegue la humedad al suelo y actúen en beneficio de la planta.
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