- Tania Sabugal Torres
- Categoría: MUNICIPIO
Por: Tania Sabugal Torres, CEDH
No podemos permitir que una niña de 10 años llegue a su casa de la escuela, y se encierre en su habitación para hacerse cortadas en los brazos y las piernas con un cuchillo, porque a través de los constantes insultos de sus compañeras, ella también ha llegado a menospreciarse; no podemos mostrarnos indiferentes ante un pequeño de siete años, que sufre vómitos cada mañana por la tensión que le genera la idea de entrar nue vamente a su salón de clases, y recibir burlas y golpes de parte de otros niños; no podemos enterarnos de que un par de alumnos de 5° de primaria ha perseguido, torturado y matado a un gato dentro de las propias instalaciones de la escuela, y sólo mover la cabeza en señal de desaprobación; no debemos creer que estas son sólo “cosas de niños”, que no tienen mayor importancia. Estas son señales claras y contundentes de la violencia que existe actualmente en nuestras escuelas.
El tema del acoso escolar, mejor conocido como bullying, ha llegado a los medios de comunicación gracias a notas rojas de adolescentes que se suicidan, o que ocasionan una masacre en su escuela como venganza, pero no ha generado una reflexión profunda y comprometida por parte de la sociedad. Es necesario reconocer que tanto estudiantes y docentes, así como madres y padres de familia, autoridades de gobierno y medios de comunicación, también juegan un papel importante en la prevención o promoción de la violencia al interior de las escuelas.
El bullying es la extensión de la violencia que azota los hogares. En una secundaria vespertina de la ciudad de Puebla, un chico sensibilizado respecto a las consecuencias de la violencia escolar me comentó: “Está bien, yo puedo dejar de pegarle a mis compañeros, pero, ¿quién convence a mi papá de que deje de golpearme a mí?”. En otra escuela, ante la inquietud de la madre de una niña agredida por sus compañeros de poder entrevistarse con la familia de los niños agresores, la maestra de grupo argumentó que eso no era recomendable porque ya se habían dado casos en que las madres de familia terminaban golpeándose frente a la entrada de la escuela.
Las niñas y los niños requieren de maestras y maestros conscientes de la gravedad del problema de la violencia en las escuelas, que pongan atención a la dinámica social que se da en el salón de clases y en el patio de juegos, que puedan detectar a niñas y niños aislados y abusados para respaldarlos, así como a pequeñas y pequeños agresores con el fin de encausarlos, que escuchen cuando un niño pide seguridad y justicia y que sepan establecer un clima de confianza y respeto en sus aulas.
El artículo 32 de la Ley para la Protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de nuestro país establece que la educación debe respetar la dignidad de las y los estudiantes, así como prepararles para la vida en un espíritu de comprensión, paz y tolerancia e impulsar la enseñanza y respeto de los derechos humanos, especialmente la no discriminación y la convivencia sin violencia
las autoridades deben considerar el bullying como una amenaza a la integridad física y mental de las niñas y niños, con el fin de incluir el tema en sus líneas de planeación y acción, estando conscientes de que fomentar una cultura de paz, requiere de transformaciones sustanciales en todos los ámbitos, pero que resulta imprescindible para frenar este peligroso fenómeno social.
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