BUENAS PRÁCTICAS

Las buenas prácticas agrícolas mejoran las condiciones de vida de los trabajadores, el bienestar de la familia agrícola y promueven la seguridad alimentaria, porque permiten el cuidado del medio ambiente a través del manejo racional de los agroquímicos y el cuidado de la periodicidad de los sistemas de producción, indicó Edmundo Morales Tépatl, académico de la Facultad de Ingeniería Química de la BUAP. Estas acciones involucradas con la producción, procesamiento, almacenamiento y transporte de productos de origen agropecuario, permiten además, asegurar la inocuidad.

“Ahora para producir se debe considerar el tipo de semilla, los instrumentos empleados y quién trabaja el campo”, con el fin de impedir, por ejemplo, la explotación de niños en este tipo de labores, apuntó.

Las buenas prácticas agrícolas, señaló, involucran cuatro aspectos importantes: la unidad de producción, “la cual tiene relación con el tipo de terreno, semillas, fertilización, agua e incluso la manera de trabajar del productor”.
Un segundo elemento es la unidad de empaque, misma que considera envasar inmediatamente o refrigerar el producto después de la cosecha. Posteriormente están los lineamientos comunes a las unidades de producción y empaque, encargados del manejo poscosecha de los alimentos. Finalmente, se encuentran los procedimientos de certificación.
“Estos cuatro puntos permitirán la mejora de alimentos, evitarán la sobreproducción y, por ende su desperdicio”, destacó el académico de la Facultad de Ingeniería Química.
Estas prácticas agrícolas nacen a partir de los consumidores conscientes, quienes verifican en la etiqueta los nutrientes y químicos presentes en los productos, lo que impulsa cambios drásticos en la forma de producirlos, advirtió Morales Tépatl.
Su aplicación es un proceso gradual y depende de las capacidades de cada unidad productiva. Por ejemplo productores argentinos las llevan a cabo; mientras que en México, sólo se aplican en algunos estados del norte del país, finalizó el académico.