- Linda Zavala
- Categoría: Opinión
Samuel Maldonado Bautista
Si bien nuestro Estado no es el primero que encabeza la lista de atrocidades que se comenten en toda la Republica si está entre los primeros que sufre el acoso de las familias criminales, sin que a la fecha o en un futuro inmediato, haya visos que permitan aseverar que los gobiernos de los estados mismos, puedan y logren acabar con los diferentes cárteles, pues mas tardan en desaparecer a uno cuando ya hay otros sustituyéndolos.
Desde luego que éstos buscan y contratan “la mano de obra” de los campesinos localizados en las diversas comunidades productoras de yerbas, mismos que difícilmente pueden sostener a sus familias con ese mísero salario mínimo que los últimos gobiernos nacionales han situado y que difícilmente alcanza para sostener a las familias que dependen de esa ridícula cantidad que, comparada con las grandes sumas que se reciben las autoridades federales y estatales es un insulto, de tal manera que esa desigualdad social induce a los desventurados de siempre a involucrarse con quienes pagan por sembrar, cultivar, cuidar y cosechar las diversas “yerbas” para satisfacción y consumo de quienes se vuelven adictos a éstas y desde luego para enriquecer a los capos de las mismas.
Lo anterior, desde luego que no es ninguna novedad, pues la humanidad desde sus primeros desarrollos han consumido diversas drogas sin que hubiera sido prohibitivo lo anterior. Las diversas transacciones realizadas por los capos de las organizaciones productivas de “yerbas prohibidas” son ancestrales, mismas que han generado diversas guerras como la llamada del “opio” generada por Francia e Inglaterra contra el imperio china, o bien como la de principios del siglo anterior en los llamados Espantados Unidos, que incluso han servido para producir historias cinematográficas y completas acerca del narco consumo. Ha quedado demostrado que principales figuras del cine norteamericano se han involucrado no solamente en su uso personal sino que bajo la luz neoyorkina se consume sin problema alguno y sin que los consumidores sean perseguido y menos apresados quienes las utilizan como sucede aquí en nuestro país.
Las autoridades nacionales debieran repensar en la estrategia y dejar de jugar como el gato y el ratón, pues con frecuencia ya no sabemos que papel juega uno y el otro, o si la complicidad entre las autoridades en la materia y los contrabandistas es para distraer la atención de los grandes cochupos que en el país se realizan degradándonos más .
En esta guerra tan estúpida, en la que han muerto innecesariamente tanto productores y comerciantes de drogas, como muchos policías, soldados y marinos, y desde luego campesinos pobres, que como consecuencia de ser peones en la siembra, cosecha y distribución del producto en miles de hectáreas cultivadas por todo el país, adicionamos a los muchos periodistas, cuyo pecado capital ha sido el desenmascarar las negociaciones entre autoridades y los propios capos.
El comercio de las drogas ha funcionado a través de los siglos y continuará indefinidamente mientras haya alguien que le guste consumirlas y en el caso particular de nuestro país, México no puede darse el lujo de perder a unos y a otros, pues nos hacen falta; por otra parte, el registro de consumo más fuerte en todo el continente Americano lo es en los EE.UU.
Un informe de la OEA señala que México presenta un alto consumo de diversas drogas, sobre todo los jóvenes, y que más de la mitad de estudiantes tanto en Argentina, como en Chile (se sitúa a este país donde el uso de drogas en la juventud es alrededor del 20 %), mientras en Canadá, los Espantados Unidos y otros países más, supera el 40%.
En los últimos años, el consumo nacional de drogas, alcohol y tabaco aumentó a 47%, sobre todo en los jóvenes y además, sobresale el incremento de la producción de la amapola como consecuencia natural del consumo principalmente en el sector juvenil.
La política nacional en esta materia, debería de ser más educativa que persecutoria y que sería indiscutiblemente más productiva y desde luego más económica para nuestro país.
La muerte de tantos jóvenes debido a la persecución y a la prohibición de los drogas, solo favorece el mercado de armas de nuestro vecino y desgasta económica, social y política al desgobierno de Peña.
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