El pulque sintetiza algunos sacáridos produciendo insulina y ayuda a la microbiota intestinal.

 

El pulque es una de las bebidas fermentadas más antiguas del mundo, de uso exclusivo de la élite azteca, misma que estaba al tanto de las propiedades nutritivas del pulque, reservándola para ceremonias y rituales, para las madres que se encontraran amamantando y los ancianos.

El pulque es la comida lenta (concepto que hace referencia al placer de comer despacio valorando la calidad de productos naturales), por excelencia de México, su valor está en su proceso de fermentación único y delicado, en el que un equipo activo de bacterias transforman el aguamiel dulce y recién cosechado (el néctar del agave) en una bebida compleja y espumosa que posee una gran variedad de beneficios nutricionales, sumado a la alegría que produce su consumo moderado.

Información de la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana de la UNAM señala que tomado con moderación funciona como un complemento alimenticio por su contenido de proteínas y vitaminas C y del complejo B.

Beberlo regularmente (tres veces al día) implica un aporte de 2.2 a 12.4% de calorías y de 0.6 a 3.2% de proteínas requeridas en la dieta diaria. (180.com, 2018)

Además, cuenta con propiedades medicinales, entre las que están:

Protección de la flora intestinal

Actúa como diurético

Reduce el insomnio

Es un buen suplemento alimenticio

Combate la anemia

El pulque es una bebida muy especial que debemos apreciar, tanto por lo que a nuestra historia refiere como por su esencia y si no lean lo siguiente:

“La marquesa Calderón de la Barca (inglesa casada con un español), un día de 1839 expresó: -Por primera vez concebí la posibilidad de que me gustara el pulque. Nos pareció más bien refrescante, de sabor dulce y con una espuma cremosa.

Después se enamoró del curado de piña: -¡Buenísimo!, confesaba. Y dos años después, ya haciendo maletas de regreso, se lamentaba por nuestro pulque: -Lo encuentro ahora excelente, y pienso que me será muy difícil ¡vivir sin él!” (Comer, 2014)