REPERCUSIONES
Por Inge. Samuel Maldonado Bautista
MORELIA, MICH.-Indudablemente que la gran mayoría de los michoacanos nos preguntamos el porqué de la grave crisis que durante ya más de tres sexenios permanece en nuestro Estado la Pandemía, llamémosle así , a los incontables asesinatos a mansalva que ocurren (un día sí y al siguiente también). Los homicidios en Michoacán se multiplican, igual se presentan en todas partes del territorio nacional.
Desde mi juicio personal, esta serie de muertes se presentó en la lamentable era del nefasto Carlos Salinas de Gortari. Pero en fin, desde esa visita presidencial a Michoacán, quienes en la zona costera del Pacífico se dedicaban al cultivo de la “yerba” y por la orden presidencial de atacar a quienes la cultivaban.
En este marco, los cultivos de las yerbas se intensificaron, los campesinos se organizaron, crecieron los plantíos y, los crímenes en la sierra y en la costa se intensificaron, más aún por la prohibición de las drogas.
Recuerdo también, que en el jardín del pueblo, se acostumbraba el plantío de las amapolas, que por cierto son muy bonitas, de tal manera que dio el nombre a una canción, que a la letra dice:
“De amor en los hierros de tu reja
De amor escuché la triste queja
De amor escuché a mi corazón
Diciéndote así esta dulce canción:
Amapola lindísima amapola
Será siempre mi alma tuya sola.
Yo te quiero amada niña mía
Igual que ama la flor la luz del día.
Amapola lindísima amapola
No seas tan ingrata y ámame,
Amapola, amapola
Cómo puedes tú vivir tan sola.”
Curiosamente y, si no estoy equivocado, la Reyna de Inglaterra y sus familiares más cercanos, en sus actividades principales, suelen usar un botón (o insignia) en la forma de la flor de amapola, colocada en la parte derecha de su abrigo o saco.
Hace algunos años tuve la suerte de trabajar en el desarrollo de la Costa y Sierra de Michoacán, no era raro encontrar a gente del campo, limpiando las áreas donde se sembraría la yerba. Es más, la gente misma, que ya me conocía, al saber que me internaría en la sierra y en algunos parajes, sin yo solicitarlo, se acercaban para preguntarme hacía dónde me dirigía y me acompañaban. Fue curioso que en un día por la sierra, me separé de dos amigos estaban entretenidos en una plática y sin darse cuenta me separé de ellos, y pasado unos minutos ya me buscaban alarmados. Cuando me encontraron, uno de ellos, me dijo: ¡Oiga, no se nos ande separando!
Afortunadamente, en los años que estuve trabajando en la Costa y Sierra Michoacana, siempre tuve amigos ¡que me cuidaban lo espalda¡
Cierto es que en los años cincuenta - sesenta, en la ciudad de México se podía “comprar” una dosis de este enervante en las oficinas de la vieja Secretaría de Salubridad y Asistencia Pública, que mantenía un control de los usuarios de esta droga.
SALUDOS