En México, de acuerdo a estudios edafológicos especializados la degradación de suelos por erosión del viento y escurrimientos desordenados del agua, alcanza una superficie de más de 142 millones de hectáreas., afirmó Manuel Anaya Garduño, investigador del Colegio de Posgraduados.

 

Ese alto grado de degradación de suelos se manifiesta de manera física, química y biológica, y se refleja en el cambio climático y en la severa y creciente escasez de agua y alimentos.

Indicó que han hecho falta políticas públicas para la vigencia y ejecución plena de leyes, dependencias federales y estatales especializadas, programas y proyectos encaminados a evitar que millones de toneladas de suelos fértiles se desplacen

cada año por fenómenos como la erosión del viento y el agua, la deforestación y destrucción de la cubierta vegetal, en donde mucho tiene que ver el factor humano.

En México, expuso, tenemos más de 70 años de retraso en materia de protección de los suelos. Este es el tiempo comparativo desde que, en 1937, en el vecino país del norte se formó la Comisión Nacional del Suelo.

Fue hasta 1959 que se formó en nuestro país la Sociedad Mexicana de la Ciencia del Suelo, y en el mismo año se creó, en el Colegio de Posgraduados, el postgrado en la especialidad.

Expuso que la creciente y progresiva baja de la calidad de los suelos en la República Mexicana, se refleja en la reducción de los índices de productividad, sobre todo en las zonas consideradas de temporal, donde en maíz, por ejemplo, de acuerdo con información de la SAGARPA, el rendimiento promedio es de 2.5 toneladas por hectárea,

mientras que en frijol los rendimientos apenas llegan a 300 kilogramos.

En la actualidad, la degradación de los suelos en México ha alcanzado proporciones muy importantes, en cuanto a su extensión, su intensidad y el costo que conlleva su recuperación.

Destacó que la capa arable del país muestra una reducción preocupante, para recuperar de 15 a 20 centímetros de suelo, se requieren muchos años, que pueden ser tantos como una o dos generaciones.

Se requiere que las autoridades del sector agropecuario creen nuevamente el área de conservación del suelo y agua, lo que implicaría aumentar notablemente una infraestructura que se ha perdido. Debemos emprender acciones conjuntas entre autoridades, investigadores del suelo y, de manera muy importante, de los productores.

Expuso que la comunidad científica del Colegio de Posgraduados está a favor de que se integre una Comisión Nacional del Suelo, sectorizada en la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, en virtud de que las actividades institucionales de esta dependencia están muy relacionadas con las operaciones de esa nueva Comisión.

Señaló que es tiempo de realizar una valoración sobre la importancia social, económica y sobre la conservación ambiental.